Una vez hace mucho tiempo escribí, que nunca había visto brillar tanto unos ojos, como los tuyos cuando me miraban.
Hoy he vuelto a verlos, sólo un segundo, no con el mismo brillo pero si con intensidad. Ya no sé leer en tu mirada, ya no leo el deseo, ni la pasión, ni los remordimientos.
Prometiste ser algo, es posible que lo hayas intentado, pero desde luego no lo has conseguido.
Quizá mejor así, de todas formas era una de esas cuestiones de... para qué.
Compartimos algunos momentos, muchas risas, juegos en el parque, y un par de besos.
Yo era algo que no debías desear, que no debías añorar, que no debías querer.
Extrañamente algunas veces, muy de tarde en tarde, vuelves a mis sueños. Me pregunto si alguna vez tú sueñas conmigo, extrañamente quizás. Somos, fuimos, tal y como dicen las canciones y los poemas, dos barcos que se cruzan en la oscuridad navegando juntos durante un breve espacio de tiempo, para luego seguir caminos separados.
Hoy el mar, no nuestro mar, uno cualquiera, nos hizo navegar, no juntos no, sólo desde lejos y por un instante, a la par.
Encontré tus ojos... sólo un segundo, pero no sé... si querían decir algo.