Vuelvo casi sin querer a mi antiguo blog. ¿Dónde se ha quedado esa pasión con la que escribía?
Recuerdo que cuando hice mi primer taller de escritura creativa, mi profesora me recomendó hacer uno de poesía. Y ahora que me leo, creo que yo también la veo, pero entonces no la sentía. No soy buena escribiendo, pero en esas antiguas palabras, creo en el amor y creo que me aman. Cuando he dejado de creer que eso es así, no lo sé, pero desde luego jamás podrán salir de mi palabras tan dulces como las que escribía en aquel tiempo.
He leído que Julio decía amarme, que se había enamorado de mi corazón. No sabía hasta que no lo he leído, que lleva años diciéndome eso mismo, y a mi me parecía que era una novedad... Quizá sus palabras también son fruto de la rutina, que termina instalándose en todas partes.
Siempre he dicho, y sigo manteniéndolo, que el amor es lo mejor que hay, mientras dura. Ninguna flor mantiene su belleza eternamente, y el amor termina por ajarse, mustiarse, secarse... morir. No hay riegos, ni abonos milagrosos, ni fertilizante alguno, que lo haga durar para siempre, ahora lo sé. Es posible que de esa maravillosa flor de amor, quede una semilla, algo que te haga pensar en renovación, en una nueva floración. Pero sólo es eso, cariño, respeto, amistad, algo latente, pero sin fuerza ni pasión.
En algún lugar del camino, he perdido esa fuerza, esa pasión, esas ganas de amar, he perdido la ilusión.
Lo gaste todo, tratando de que me quisieran, tengo la sensación de haber suplicado amor.
Nadie vio, la maravillosa flor que guardaba mi corazón, nadie se molestó en cuidarla un poco, en mimarla al menos un instante. Tomaron su color, su perfume, y la abandonaron cuando comenzó a perder belleza.
En el árido terreno donde antes había un frondoso jardín, aún pugnan por crecer algunas briznas de hierba, aún parece quedar vida. Aunque ahora, ni siquiera yo, me tomo la molestia de pasar por allí y regar un poco