Como si el cartero fuese el mismísimo Miguel Strogoff, el correo del zar, la carta parece haber recorrido la fría Siberia antes de llegar a mi buzón.
Las noticias eran buenas, yo ya lo sabía, pero aun así no quería hablar de ello hasta no tener la notificación en mis manos.
He de decir antes de nada, que no fui "buena madre". Hace algunos meses os hablé de una de mis "criaturas" un relato que escribí para un certamen al que me presento año tras año, y del que como mucho llegué a ser finalista, la sexta de los ocho finalistas. Pues bien, acabado ese relato, comencé otro. Se trataba de un certamen que se celebraba por primera vez, en el pueblo de un buen amigo mío, él me envió las bases. Escribir sobre un lugar que no conozco y sobre sus gentes, no me parecía fácil, pero entre lo que leí en Internet y lo que mi buen amigo me contó, escribí un relato. No confié en el, a pesar de que como otros también era mi "hijo". Pensé que era débil, sin mucha fuerza, bonito y dulce, pero sin garra. Ni siquiera lo di a leer a todas esas buenas personas que se toman la molestia de leer lo que escribo, porque me parecía que podía hacerlo mejor, que no era tan bueno como otros.
Y he aquí mi sorpresa, mi más que grata sorpresa.
Mi "hijo", mi "pequeño". Ha sido el segundo premio en ese certamen.
Quizá no veáis aquí mis saltos de alegría, pero los he dado. No creía demasiado en el , y mira por donde...
¡HE GANADO UN PREMIO!
Estoy deseando recogerlo, y poder ponerle un precioso marco al diploma.
Ayer fue un buen día, no sólo llego el correo, hubo más cosas, pero de esas hablaré otro día. La dejare reposar, para poder contarlas mejor.